Reseña Vidas pasadas: el sabor amargo de lo que no pudo ser
- Orianna Paz
- 6 feb 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 feb 2024
Por Orianna Paz
Llega a la cartelera mexicana una de las óperas primas más sobresalientes del los últimos años, Vidas pasadas (Estados Unidos-Corea del Sur, 2023), de la cineasta surcoreana Celine Song, quien también es la guionista.
Song retrata en su debut cinematográfico una bella, delicada, íntima y personal historia de amor con algunos toques autobiográficos, que logra una emotiva conexión con el espectador sobre todo por su temática tan universal que apela a la melancolía del “hubiera” y al carácter místico del destino y las almas gemelas.
El punto de partida de Vidas pasadas es la separación de dos niños. Nora y Hae Sung, son mejores amigos, se quieren y se gustan, sin embargo, su relación se verá interrumpida por la decisión de los padres de Nora de emigrar a Canadá. La vida pasa, se hacen adultos y un día la magia de las redes sociales los vuelve a unir. Hae Sung no ha dejado de pensar en esa niña con la que jugaba en la escuela y a la que acompañaba todos los días a casa y a pesar de los años, Nora también lo recuerda. Ambos comienzan a hablar por internet y descubren que tienen una conexión muy profunda y especial. Poco a poco surge el amor pero ninguno está dispuesto a dejar nada para vivirlo más allá de la virtualidad.

Más de una decena de años después Hae Sung decide visitar a Nora en Nueva York pero ella ya está casada y es este encuentro tan esperado, idealizado y romantizado por ambos el que nos presenta de forma magistral Song de la mano de dos grandes intérpretes, Greta Lee en la piel de Nora y Teo Yoo como Hae Sung. Mención especial también para John Magaro que completa el triángulo amoroso como el demasiado comprensivo marido de Nora.
Las miradas llenas de anhelo, los ligeros roces, un intento de caricia, las excusas para acercarse al otro, el deseo que crece por ser y estar juntos a pesar del tiempo y de la vida misma traspasan la pantalla gracias a un guion muy consistente, sensible y auténtico, así como a las actuaciones cercanas y honestas que conmueven en la poesía de los silencios y en la amargura de lo que no pudo ser.

Existe una palabra en coreano “In-yun” que significa “destino” y que nos habla de la idea de que todo pasa por algo y que si nos enamoramos de alguien es porque ya lo habíamos estado en nuestras vidas pasadas y volveremos a encontrarlo en todas porque “ya estaba escrito”. Pero ¿es en verdad así? ¿Quién no ha sentido eso por alguien? Una conexión tan real, tan profunda y verdadera que te grita por dentro “esta es la persona para mí” y sin embargo, las circunstancias se interponen, la vida pasa, el momento se pierde y ese amor se queda ahí flotando en cada uno sin haber florecido verdaderamente, como una sombra, un fantasma que te atormenta a través de ese mismo pensamiento recurrente “¿qué hubiera pasado si…?” Y es ese sentimiento de melancolía y añoranza por aquello que no sucedió que Song refleja con tanta contundencia en Vidas pasadas.
Y es por todo esto que Vidas pasadas conecta tanto con el público porque explora la tristeza por todo lo que dejamos escapar, la idealización de las relaciones, lo que no dijimos o hicimos, ya sea por miedo, por obligación, por desidia, por la vida misma, por ese amor que no dejamos volar y al que ya no podemos regresar ¿o sí?
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